EL HOMBRE XOSÉ NEIRA VILAS
Nuestro autor acaba de cumplir cuarenta años. Vive, desde hace once, en La Habana, como emigrante voluntario y gozoso; de 1949 a 1961 vivió, como emigrante forzoso, en Buenos Aires. Allí arribó para ganarse el pan, allí conoció a su compañera, Anisia, y allí cristalizó su gran vocación: la vocación de gallego.
No hablo en broma. Neira Vilas, un fugitivo -como tantos- de la escasez y de las nieblas, apenas conseguido el elemental modus vivendi, decide dedicar su tiempo, sus energías y su tenaz pasión a Galicia. Consciente de que procede de un país marginado, de una cultura discriminada y de una casta -el campesinado- condena a la miseria o al éxodo, decide ser fiel a esta triple llamada de la tierra natal. A Neira Vilas, que llega a la Argentina en época de vacas gordas, no le quita el sueño la idea de enriquecerse en dinero, pero sí la de enriquecer su hombría y su responsabilidad de gallego. En sus años argentinos edita libros en lengua gallega, empresa que no fue ruinosa merced a su implacable tenacidad (la estampa de Neira V ilas, con una maleta al hombro, metido en todos los autobuses de Buenos Aires, para llamar a la puerta de los gallegos que tenían alguna inquietud cultural, me la han contado muchos testigos presenciales) ; en esos años crea y mantiene "Follas Novas", la primera distribuidora de libros gallegos en el continente americano (un sinfín de cartas, de letras impagadas, de campañas de promoción); en tales años interviene en el I Congreso de la Emigración Gallega y en cuanto acto contribuya a alertar la conciencia cívica y cultural de la Galicia emigrante.
Nacido en un hogar pobre y campesino de una minúscula y apartada aldea de la provincia de Pontevedra, en un marco y en un tiempo en que no existían incitadores culturales, Neira Vilas emigra, como tantos otros, para huir de la precariedad que el país natal a todas luces le pronosticaba. Ya en la Argentina, la lejanía crea en él, además de la morriña, una comezón intelectual que lo lleva a enfrentarse a fondo con su condición de pobre, de campesino, de emigrante y de ciudadano escolarizado en otra lengua. Y en este punto surge en él la patética reflexión sobre la problemática general de Galicia, dentro de la cual él es algo más que una pieza arrastrada por los acontecimientos, en un ser consciente de que los problemas generales son susceptibles de un planteamiento distinto.
Un buen día, como el que no quiere la cosa, Neira Vilas escribe Memorias dun neno labrego. Casi pasó, allá y acá, sin pena ni gloria. En 1968, Isaac Díaz Pardo y yo -él como ilustrador - yo como prologuista- ofrecimos a los lectores gallegos la segunda edición de este libro. El test fue un éxito: en cuatro años han salido cuatro ediciones; es decir, es ya uno de los libros más leídos de la literatura en gallego. La fortuna del libro ha incidido de tal modo sobre el propio Neira Vilas, que él, que no se considera escritor -y en sus palabras no hay falsa modestia, aunque sí un flagrante error-, se ha visto en la obligación moral de ofrecer a su país nuevos libros, nuevos relatos. Los libros de Neira V ilas, diría yo, no son una cita con la. literatura, son, en realidad, una cita con la patria.
UN NIÑO CAMPESINO CON CONCIENCIA DE CLASE
El personaje esencial de nuestro relato es Balbino, un niño aldeano que, en cierto momento de su vida, decide garabatear en un cuaderno la crónica de sus peripecias y de sus cavilaciones. El libro es la autobiografía infantil de Balbino, muchacho campesino y pobre que vive en un marco de muy pocos horizontes, de todo lo cual, de algún modo, este rapaz listo y preguntón es consciente. Las Memorias están contadas con una absoluta, con una transparente niñez, primer acierto del relato. Creo que no hay en las Letras españolas un niño de esta índole, un muchacho que al contarnos sus deseos, sus frustraciones y sus inquietudes, inscriba todo este mundo en la estructura sociomoral del campo que, en buena parte, lo determina. Pero esto, ¿brota naturalmente de Balbino o es un añadido libresco que Neira V ilas introduce en la cabeza del protagonista y cronista de su novela? Es el lector quien debe certificar si está ante una andadura psíquica auténtica o no.
La familia de Balbino trabaja de sol a sol las tierras de un señor de la ciudad en calidad de "caseiros a medias"; el hijo del señor, Manolito, entiende como un derecho el burlarse y abusar de Balbino; dos o tres horas antes de ir a la escuela, éste ayuda a sus padres en las diversas y duras labores. En este entramado vital, Balbino, al buscar sus pequeñas y concretas felicidades, tropieza con unos muros o unas trabas que sólo existen -sospecha- para los seres de su condición. Con esta conciencia -un caso claro de conciencia de clase en pleno ámbito aldeano-, Balbino trabaja, malcome, va a la escuela, se "enamora" de la maestra, escribe sus memorias, etc.
El escenario físico y cronológico de Balbino es la aldea gallega de 1940 a 1945, años en que tiene lugar la infancia y adolescencia de Neira V ilas, cuyo trasunto, en parte, es el protagonista de su novela. Balbino, niño de aquella triste Galicia rural, es, como ya se dijo, una conciencia de clase, sin duda un tanto ingenua y simple, pero capaz de llegar a la conclusión de que "algún día hai que arrepoñerse", de que algún día hay que rebelarse. Balbino, realmente, es un "contestatario" multidimensional. ¿Por qué un luto que no siente le impide durante tres años asistir a las fiestas de la comarca? ¿Por qué el maestro no les habla y enseña en la lengua del país? Balbino, pues, además de una conciencia de clase, es, ante ciertas costumbres y ante determinados usos administrativos, una conciencia crítica. Balbino, aunque no lo formule así, no identifica el estado presente de cosas con el estado natural de las mismas. Balbino, aun desde su ingenuidad de niño, sabe que el hombre es el verdadero protagonista de la historia. "Las cosas ; precisa en cierta ocasión- acontecerán según nosotros queramos." Esta aclaración, toda una interpretación del acontecer histórico, la provoca un amigo suyo, Lolo, fatalista y acrítico, ante el cual Balbino actúa de concienciador.
Debo insistir en un aspecto: Balbino, cuando habla, cuando pregunta, cuando se rebela, cuando toma decisiones, lo hace sin artificio alguno, sin gestos librescos o aprendidos; es decir, en ningún momento de su vida el escritor Neira Vilas coacciona su personalidad de niño. Balbino, presionado por su inteligencia silvestre y por la precariedad en la que vive, va descubriendo poco a poco la desarmonía moral del mundo.
MÁS SOBRE ESTAS "MEMORIAS"
La infancia de Balbino, como la de su creador, transcurre en torno al año cuarenta. Desde entonces la fisonomía del campo gallego, debido a la masiva emigración a Europa, ha cambiado, en algún aspecto, sustancialmente. El libro de Neira Vilas es, por tanto, además de una estupenda pieza de arte, un documento histórico de primer orden. Esta Galicia aparece en otros relatos del autor, incluso en sus narraciones para niños. En todas ellas, la inmersión en este mundo implica una inmersión en su propia niñez, sobre la que flota siempre una tenue nube de lirismo.
Neira Vilas, como narrador, es, por encima de todo, un recreador de su niñez y un creador de personajes infantiles. Cuando Neira Vilas no habla de ellos, habla de emigrantes; es decir, de la Galicia que ha conocido y convivido en un largo existir de transterrado. Pienso, de todos modos, que sus más eficaces y entrañables éxitos están en el mundo infantil -siempre rural-, al que retorna una y otra vez no sabemos si por tratar de recuperar la inocencia añorada o por recobrar la patria hace veintitrés años dejada.
La andadura y los recursos narrativos de estas Memorias son enteramente tradicionales. Si el lector no es un aldeano ante las modernidades, se enriquecerá notablemente con este relato; si el lector es sólo snob literario, no percibirá la delicia de esta "autobiografía", a mi modo de ver unas peripecias y unas vivencias inéditas hasta que Neira Vilas organizó con ellas esta palpitante e incitante novela.