Una narrativa del campo devastado
-Su narrativa, prioritariamente, enfoca los problemas del agro, las transformaciones que a lo largo del
pasado siglo sufrió. A menudo tendemos a desvincular estos hechos de las dinámicas de la emigración, pero en su caso la esclavitud y subdesarrollo de la tierra y la emigración son una misma materia narrativa.
-Si, minifundio, campesinado, atraso económico son o han sido con frecuencia el motivo para que muchos hombres y mujeres de nuestras aldeas cogiesen el camino del mar. Pero una vez en América, tenían otros problemas, problemas específicos de los trasterrados que yo he tratado en los mis libros al margen de la procedencia social de los personajes.
-Sin embargo, el hecho de hablar de estos lemas limita en buena medida los receptores de su obra y, en cierto modo, la sitúan en una coyuntura pasada, que pudiera tacharse de arqueológica. ¿Qué actualidad concede y reivindica en estos libros suyos y qué .función pueden cubrir aún hoy en día?
-Nada de arqueología. Remito a mis libros de cuentos "Historias de emigrantes" o "Tempo novo", pongo por caso, u "O home de pau". Son temas de hoy, aunque aparezcan referencias sobre el pasado. Pero además ese pasado -en este país de la desmemorización- hay que recordarlo algunas veces. Ese " ayer" está presente en nuestro tiempo más de lo que parece. Vivo en la aldea y sé de los cambios, pero también sé cuantas cosas de hace cuarenta años perduran.
-El mundo campesino donde usted se crió no era precisamente "el mejor de los mundos posibles ". Explotación infantil, represión lingüística y cultural, caciquismo, la presencia asfixiante de la Iglesia, la escasez de trabajo, el hambre, el miedo... Sólo desde estas coordenadas es posible entender su obra. Así bien podemos imaginar que las imágenes brutales de "Xente no Rodicio" o "Pan" son más que un capricho literario. Esta narrativa daba cuenta de un estadio antiguo que ya no se corresponde con la actualidad. ¿Cómo fueron esos cambios y cómo debería una narrativa actual del campo enfocarlos?
-Hoy se puede hablar, por ejemplo, de los viejos y viejas con una pensión que siguen trabajando, atendiendo nietos, mientras los hijos buscan trabajo asalariado y las pocas tierras las trabajan el fin de semana, ahora sí, con tractor, con maquinaria; algunos pagan la agraria para tener derecho a una pensión futura, y mantienen unas "empresas" agrícolas que a lo mejor se reducen a tres o cuatro vacas. Los que emigran a las Canarias, por ejemplo; los que hacen esfuerzos para que los hijos estudien, incluso en la Universidad, algo impensable antes. Etc.
-Y en conexión con esa narrativa del campo devastado a la que ene refería, es necesario enfocar la posguerra y la Guerra Civil como hitos y coordenadas de algunos de sus textos. A usted la Guerra Civil le coge con ocho años, edad de especial sensibilidad, y, como alguno sus personajes, debe entenderla y analizarla desde su mirada de niño. ¿Qué recuerdos guarda de ella y cómo influenció su posterior literatura?
-La viví en una aldea gallega donde no había combates regulares, pero supe de los "paseos", de las recaudaciones de los falangistas, de las amenazas mediante anónimos pidiendo dinero, de las noticias que llegaban mediante telegrama de la muerte de algún vecino. Esta experiencia en la vida de un niño de ocho o nueve años aparece reflejada en mi novela "Aqueles anos do Moncho".
-Y en este ambiente opresivo, las instituciones educativas (escuela, iglesia, familia) son frecuentemente focos también de represión. En ocasiones parece que los personajes viven en regímenes carcelarios donde una educación dominadora los marca para siempre. Caso extremos son los tabús sexuales del emigrante de "Camiño Bretemoso ", que por otro lado es uno de los aspectos más interesantes y originales de ese personaje.
-Claro que "una educación dominadora los marca para siempre". Cierto. Cierto también que los años, los tiempos de "Camiño bretemoso" no son los de hoy, pero en buena medida la situación persiste. Las mentes no cambian de la noche a la mañana.
-Y es que desde una cierta óptica se podría caracterizar su narrativa como determinista. La mayor parte de los personajes son seres cerrados en si mismos, en espacios de opresión donde no hay salidas. Son seres alienados, abocados al fracaso. ¿Por qué esta visión tan pesimista, esta predilección por las tonalidades duras?
-Ya me referí a esto: quise romper con una literatura que sólo trataba de unos pasmones felices. Falso todo. Los personajes de "Tiempo novo" viven en otra sociedad, con otras posibilidades y por tanto son más optimistas.
-Pero, ahí donde su narrativa es ante todo pesimista, ¿hasta qué punto esa visión alienante de los trabajadores, como una clase social sin conciencia de sí misma responde a una voluntad de descripción realista o más bien es una deformación, un enfoque exagerado para conmover e impactar más al lector, para hacer pensar?
-Es la denuncia de una situación. Reconozco que algunas veces está plasmada muy duramente para llamar la atención sobre las taras crónicas de esa sociedad.
-No podemos olvidar una marcada intención pedagógica en sus textos...
-Se puede hacer arte y al mismo tiempo mostrar situaciones difíciles. La literatura universal está llena de ejemplos. Y no sólo la narrativa. Me decía en una carta Celso Emilio Ferreiro que "si la poesía no es social, si no se compromete, la poesía no es nada". Puede que sea una afirmación demasiado rotunda, pero no está exenta de verdad. Yo comparto en general el criterio de mi amigo.
-En cualquier caso, aún en estos textos, usted aprieta a sus personajes pero no los ahoga. Deja siempre una ranura, una ventana que suavice un poco la presión de la realidad, en un espacio normalmente abierto hacia el fúturo. Este futuro es el lugar de la redención, de la libertad.
-Cierto
-En muchas ocasiones a la hora de describir la sociedad rural, lo que hace es, como hemos dicho, resaltar sus aspectos más irracionales. En cierta medida, la suya es una óptica periférica que mira hacia la aldea con una mezcla de amor-odio. Se daría una cierta contradicción entre un intento de defensa del campesinado al que de algún modo finalmente despreciaría en cuanto a su moral e ideología como colectivo.
-No hay odio a nuestro mundo rural, que ciertamente amo. Y menos aún odio a sus pobladores. Ni mucho menos. De ellos enfoco lo que está mal, con el amoroso afán de que las cosas mejoren, con el "afán pedagógico", como tú lo llamas. Si hay pesimismo en parte de mis narraciones es un pesimismo constructivo. Yo no desprecio de ninguna manera a los campesinos. No faltaba más. Sus frecuentes taras de individualismo, desconfianza, egoísmo, etc... en todo caso les vienen muy de viejo y de muy alto: de los que los desgobiernan y explotan.
-Es curioso cómo sus personajes, vengan de terribles medios campesinos, ha van tenido una infancia o vida problemática, siempre tienen una gran afición por la lectura y la escritura. Toño, Balbino, el emigrante de "Camiño bretemoso", pongo por caso, en los tiempos más difíciles, escogen con frecuencia la lectura como un modo de evasión. ¿es quizás esa lectura lo que los acaba redimiendo y les permite bregar en el medio de las calamidades? ¿Confía en ese poder redentor de la letra? ¿Cómo se entiende esa afición en un medio a priori hostil a ella y donde la cultura tiende la ser marcadamente oral?
-No es por evasión. Es para ascender, para saber, porque intuyen que más allá de la asfixia que padecen hay otras posibilidades e incluso pueden desenvolverse mejor se llegan a emigrar, a ir por el mundo. Encuentran en la palabra-signo algo elevado, y no se apasionan por evadirse sino por elevarse porque tienen alrededor muchas cosas que no comprenden. Procuran comprender. El medio no es hostil a la letra, es pobre. Pero la simple escuela de esos chavales es suficiente para despertar en ellos un afán de conocimientos.
-Supongo que ahí juega un papel su experiencia personal de iniciación a la lectura y la escritura.
-En buena medida sí.
-Habría que hablar también de las correrías infantiles y el teatro, y los rituales propios del valle del Umia.
-No del Umia sino del Ulla, que es mi valle. Puedo decir que entre mojaduras, hambres, mal vestidos, mal alimentados, pasando frío, y con los horizontes cerrados, mi infancia, y la de muchos como yo, fue muy vital, pues buscábamos sucedáneos para todo. De ahí los juegos, el Carnaval, el teatro, las romerías...
Ciudades monstruosas
-La parte más dura de su obra está teñida de una pulsión inorgánica. Las mujeres de hierro y los minerales que suele emplear como descriptores o metáforas conforman un universo narrativo irrespirable. A esto habría que añadir otra metáfora de alienación como es el hombre de palo. ¿A qué responde esta cosificación o mineralización del ser humano?
-Son símbolos. En los cuentos de "A muller de ferro" quise mostrar, por vía de fábula, de alegoría, unas cuantas taras, de alienaciones de nuestras gentes, de todos nosotros. El mensaje está claro y debía recurrir al símbolo para eludir la censura que entones había en esta orilla del océano. "O home de pau" es otra cosa. Es una sátira sobre muchas de las cosas que tienen de malo las ciudades actuales: contaminación, trampas, ruidos, rutina, miedo, burocratismo, etc..
-Y en este último libro, aparecido hace sólo tres años, donde deja de todo la temática del campo, y trata de foclaizar, como ya habí ahecho en Camiño bretemoso, las ciudades, con sus hombres alienados, con sus tensiones y problemática. Hay un cambio de espacio y abora un aspecto muy diferente más central de las sociedades actuales, pero permanece la misma esfera opresiva. ¿A qué se debe este cambio, esta apuesta última por las ciudades?
-Viví 43 años en grandes ciudades (Buenos Aires y la Habana) y viajé por muchas otras, de Europa y de América. Conozco cuanto hay de defectuoso, de alienante en todas ellas. Es una alegoría caricaturesca sobre la existencia urbana, el vivir cotidiano en una ciudad. En suma, una llamada a la reflexión sobre el tema.
-De todas formas, en su caracterización del espacio urbano emplea un tono apocalíptico con el que condena, en largas series salmódicas enumerativas, todos los ángulos y aspectos de la ciudad. Por ejemplo, usted hace decir a uno de los sus protagonistas: "porque las ciudades son monstruos. Monstruos con muchas caras. Yo le había visto algunas; tal vez las más asquerosas. Las que no vi, me las contaron. Sin duda tenían la culpa los malos tiempos". ¿De nuevo un enfoque deformante? ¿Dónde está la puerta de la esperanza esta vez?
-La visión de un chico emigrante que trata de hacerse a la ciudad, en "Camiño bretemoso" es muy distinta la de treinta años después en "O home de pau". Aquí es más elaborada la sátira, detrás de un espejo deliberadamente más deformante. No todo es así en las ciudades, en ninguna ciudad de las que conozco, pero cargo las tintas en todo lo que anda mal y que es necesario modificar algún día si los urbanitas no quieren enloquecer.
-Resulta además curioso que todos sus personajes que pasan por la ciudad no se quedan a vivir en ella sino que se marchan corriendo a la aldea.
-Es verdad. No todos pero muchos de ellos, sí. Entre nosotros las ciudades están pobladas por emigrantes que llegan de las aldeas. En los países de Escandinavia, por ejemplo, las ciudades no crecen, la gente se va para el campo (en el que hay medios culturales, sociales, posibilidades laborales que aquí aún no tenemos).
-Las ciudades babilónicas que usted pinta difícilmente tendrían correlato en una realidad gallega (no son Vigo, no son A Coruña), e incluso difícilmente en una realidad nacional (no son Barcelona, y difícilmente son Madrid) sino que nos pone en coyuntura con las grandes urbes mundiales, en particular con Buenos Aires.
-De algún modo son también las que mencionas, incluso las gallegas, las taras se dan aunque no sean urbes de millones de habitantes. Y no digamos en Ciudad de México, Tokio, Sao Paulo...
"Caso aparte"
-El panorama de la narrativa de posguerra, la renovación de la narrativa gallega suele analizarse desde el rótulo de la Nova Narrativa Galega, transposición de la Nouvelle Narrative Française, que agrupa a una serie de escritores que entonces asumen el cosmopolitismo, la ruptura, las lecturas europeas, la técnica experimental, la ambientación urbana y rechazan los temas del campo y del folclore. Y así, frente las propuestas de Méndez Ferrín, Queizán, Mourullo, Diéguez, Casal o Torres, usted opta por un modo de narrar sencillo, arraigado en la oralidad y en lo tradicional, con una preocupación por un estilo directo y depurado, ambientado en la naturaleza y en lo rural. Esto inevitablemente, y su condición de emigrante, lo sitúan fuera del ámbito de la NNG, y le permiten articular una propuesta diferente. ¿Cómo se sitúa, pues, respecto de la NNG y cómo valora su distinta posición?
-Los críticos de nuestra literatura, y concretamente de la narrativa, cuando llegan a mí dicen algo así como "caso aparte", etc.. Claro que mi formación y mi extracción social fue muy distinta de la de mis colegas, que tuvieron una cuna con más posibilidades y casi todos fueron la universidad. Yo, campesino, emigrante, con todas las desventajas sociales del mundo tuve que partir de cero, y asumí en América la lengua como bandera y la bandera la utilicé para denunciar, de primeras, el mundo que mejor conocía y que estaba mal hecho. Para mí todo fue muy duro en la diáspora y el esfuerzo fue múltiple para elaborar y hacer llegar mi mensaje, que en algunos casos puede parecer duro, fiero, pero que está lleno de amor, de solidaridad, de reivindicaciones para los míos, los de mi clase y los de mi nación, y por extensión, solidaria con todo el mundo oprimido. Me parece estupendo el aporte del grupo de la Nova Narrativa Galega. Yo no me sitúo en ninguna parte. Simplemente escribo, a partir de la propia experiencia, de lo que me rodea, de la mi óptica personal, y no me pongo ni dentro ni fuera de nada; soy ajeno a la moda y a las clasificaciones. Eso es tarea de los críticos, de los que periodizan y miden y valoran. Dejémosles esa tarea a ellos. Sí, opto por un modo de narrar sencillo, quiero hacerme entender entre gentes que, en su mayoría, a penas están alfabetizadas en gallego. Sin concesiones de ninguna clase, sin populismos. Hace siglos que todo está inventado, experimentado en eso de contar una historia. Hoy a un escritor no le pedimos originalidad sino autenticidad. Si nuestro campo está abandonado en aspectos sociales, culturales, también lo está en la literatura. Yo, a partir de lo que conozco, que no es tanto, procuro revelar ese mundo, el mundo rural, mas sin el viciado "ruralismo" que heredamos, del que ya hablé. Queda mucho por contar. Y tampoco es rural todo lo que llevo hecho. Bien lejos están de ese mundo mis novelas "Camiño bretemoso", "Remuíño de sombras" y los libros de cuentos "Historias de emigrantes" y "Tempo novo". Y también "O honre de pau", al que ya me he referido. En resumen, lo que importa es contar bien una historia. García Márquez ha dicho que cuando empezó no diferenciaba un cuento de un artículo; lo que él quería era contar algo y se acabó.
La medida del cuento
-Lejos de la interrogación profunda de esta corriente por las posibilidades y certidumbres de la narración (incorporando todas las técnicas de Faulkner, de Dos Passos, Kafka, Joyce...), en un tiempo en el que la metáfora de la vida como camino. fue remplazada por la vida como carretera, en un tiempo en el que se cuestionan las relaciones entre el lector y el escritor, usted opta por las consabidas técnicas narrativas del cuento, con sus hilos argumentales que enganchan, con sus parones y sus suspenses, demostrando una profunda confianza en la narración, como algo no problemático, algo eficaz.
-Para mí, el cuento ofrece todas las posibilidades de comunicar con el lector. No sé si parto o no de la oralidad, pero de niño conté y oí contar muchos cuentos al pie de la lareira en las noches de invierno, y monte arriba mientras el ganado pacía, y camino de las ferias y romerías. Y también los que me contaban mis abuelos. El cuento permite que el lector participe, pues decimos tres cosas y sugerimos ocho, para que el lector descubra lo que va sin explicar. En líneas generales comparto las definiciones de Horacio Quiroga y de Rafael Dieste sobre este género. En Europa a penas hay cuentos (hay relatos, que no es lo mismo, hay algo así como novelas recortadas). El cuento, género muy próximo a la lírica, tuvo un desenvolvimiento de gran altura en América Latina. Por una razón muy sencilla: en muchos años no había editoriales y en cambio había revistas literarias. Los autores tenían que ajustarse a un espacio. Añade a esto lo "real maravilloso", o "realismo mágico", acuñados por Carpentier y García Márquez. Encontrar tema para un cuento es tan difícil como encontrarlo para una novela. Entre nosotros es precursor "Dos arquivos del trasno" (1926) de Dieste.
-Llega a afirmar su voluntad de poseerlo todo con la narración diciendo cosas como "porque el tiempo se podría contarse por palabras en vez de medirlo por años, digo yo ".
-El tiempo puede contarse de muchas maneras: por guerras, por amores, por goles, por horas de vuelo... También por palabras. La palabra es algo maravilloso, pero si además logramos convertirla en signos y comunicarnos así con los demás, estamos delante de uno de los mayores inventos del ser humano. Recuerda el asombro del niño protagonista de mi novela "Aqueles anos do Moncho".
-Divierte certificar lo ordenado que recuerdan sus personajes, de un modo completo, sin casi elipsis ni confusiones. Muestra usted un tratamiento de los recuerdos que poco tiene que ver con los monólogos interiores o los fluíres de conciencia.
-Se ha dicho que vivir es recordar, o que somos lo que recordamos. Pero todo anda mezclado. Los recuerdos también se apoyan en el monólogo interior (pienso en Joyce) y en lo que tú llamas "fluíres de conciencia".
-Incluso puede ser muy clásico recurriendo a elementos como puede ser el manuscrito encontrado.
-El manuscrito encontrado (un recurso muy repetido desde Dumas padre y puede que antes) es una de las tantas "formas" de atraer al lector. Otras son las cartas, los "diarios íntimos". Todo escritor es un farsante (en el más o menos buen sentido de la palabra) y echa mano de lo que puede. Todo es lícito, literariamente hablando.
-Usted escribe una serie de tres libros bajo el título de "Recuerdos" ("Lar", "Nai, "Pan') en un ambiguo terreno entre la narrativa y la lírica. Al leerlos viene a la cabeza "Cousas" de Castelao, ese conjunto de relatos cortos de gran lirismo también acompañados de una ilustración. ¿Es consciente esa filiación? Una estética del chispazo de ingenio, el relámpago narrativo de una anécdota, una situación, un personaje.
-Esos tres títulos monosilábicos tienen su historia. Los escribí en 1972, quiero decir, escribí "Lar", a partir de las impresiones recibidas al volver a Galicia después de 24 años de ausencia. No podía dar otra forma a esos chispazos lírico-narrativos, esas impresiones. Luego, años después, siguiendo el mismo estilo, escribí "Nai", y más tarde "Pan". Los dos primeros más íntimos, y el último más universal, en el mismo tono. Se publicarían juntos bajo el título de "Charamuscas". Entonces conocía en parte "Cousas" de Castelao, pero no pensé en esos textos magistrales del maestro; simplemente no encontré otro ``molde", otra manera de trasladar unas emociones. Añado: "Lar" no fue hecho para publicar. Escribí esos textos como un "desahogo lírico" y se los mandé a mi hermano Xesús, que vivía en Madrid. Alonso Montero supo de ellos y me dio la sorpresa de una hermosa edición hecha por Akal.